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sábado, 19 de abril de 2025

Cuando la IA aprende por ti

Código Humano permalink

¿Alguna vez has salido de una película y pedido a un amigo que te cuente el final porque te quedaste dormido? Obtienes la información, pero pierdes algo intangible, algo esencial.

Ahora imagina una IA que no solo te cuenta el final, sino que consume libros enteros, artículos y estudios por ti. Te entrega resúmenes impecables, conclusiones precisas, ideas sorprendentes. Todo sin que tus ojos recorran una sola línea del texto original.

Es la tercerización definitiva del pensamiento. La delegación completa del descubrimiento.

El problema no está en la herramienta. El problema ocurre en los pliegues de tu cerebro cuando renuncias al trabajo cognitivo que forja conexiones neuronales genuinas.

Los momentos de confusión son precisamente donde ocurre el aprendizaje real. Esos instantes donde relees un párrafo difícil, donde luchas con un concepto hasta que finalmente encaja. Ese punto de resistencia es donde creces.

Sin ese proceso, nos convertimos en loros digitales, repitiendo frases inteligentes que nunca entendimos realmente. Compartiendo ideas prestadas, disfrazadas de conocimiento propio, procesadas por algoritmos en lugar de por experiencia.

Es como pagar a alguien para que haga ejercicio en tu lugar. Podrías recibir informes detallados sobre las calorías quemadas, pero tus músculos seguirían igual de débiles.

La IA que lee y escribe por ti te convierte en un intermediario de ideas que nunca has procesado realmente. Un portavoz de pensamientos vacíos que puedes repetir pero no realmente poseer.

Las mejores herramientas no son las que trabajan por nosotros, sino las que trabajan con nosotros. La invitación es a co-crear con la IA, colaborar con ella, aprender junto a ella. Es la herramienta perfecta para aumentar lo que somos, no para reemplazarnos. No podemos caer en la pereza.

Obesidad

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miércoles, 16 de abril de 2025

Hace unas semanas, me topé con una publicidad en Instagram: "Domina tu mente como un estoico en 30 días". Al lado, una imagen de Marco Aurelio con gafas de sol. Podría haberme reído si no fuera tan revelador.

La trampa de los hábitos estoicos es seductora. Vemos listas: "5 ejercicios estoicos para tu rutina matutina". Meditación. Duchas frías. Diarios de gratitud. Todo empaquetado para consumo inmediato.

Lo curioso es lo que hacemos con filosofías profundas. Las convertimos en productos.

El estoicismo se ha vuelto el superalimento intelectual del momento. Y como cualquier tendencia de bienestar, ha creado su propio ecosistema comercial: libros bestseller, cursos premium, retiros exclusivos y mercancía inspiracional. Un negocio multimillonario construido sobre fragmentos selectivos de una filosofía de 2,300 años.

Pero la versión que se vende no es estoicismo, es "mindfulness racional funcional" adaptado perfectamente a una sociedad obsesionada con la productividad. Como señala el perfil de Instagram El búho de Minerva: "Lo que se nos ofrece enseña a resistir, pero no a discernir; a soportar, pero no a cuestionar."

El estoicismo real nunca trató de suprimir emociones o aceptar pasivamente circunstancias injustas. El desapego no era una táctica para evitar el sufrimiento, sino una consecuencia del ejercicio de la virtud. La imperturbabilidad no implicaba negación emocional, sino discernimiento entre lo que depende de uno y lo que no.

Lo he vivido personalmente. Durante quince años, he practicado el estoicismo, guiado inicialmente por un mentor que lleva más de cincuenta años en este camino. Mucho antes de que se convirtiera en una tendencia de autoayuda.

Cuando la gente me pregunta por qué nunca parezco estresarme, les comparto mi lema: "Siempre hay otra forma de hacer las cosas". Esta perspectiva, entrelazada con principios estoicos, me permite enfocarme en lo que puedo cambiar o controlar. No se trata de resignación pasiva sino de acción deliberada. No me preocupo; me ocupo.

Esta distinción es crucial. El verdadero estoicismo no consiste en aguantar estoicamente las dificultades como si fueran medallas de honor. Se trata de discernimiento, preparación y virtud activa.

Lo más radical del estoicismo original es que nunca fue diseñado para hacernos sentir mejor. Fue diseñado para hacernos ser mejores. No para evadir la realidad, sino para enfrentarla con claridad y propósito.

Y esa versión del estoicismo rara vez cabe en un post de Instagram.

Marco Aurelio

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viernes, 4 de abril de 2025

Una teoría se expande en Twitter (X). Nos dicen que OpenAI no quería generar imágenes de Ghibli. Lo que realmente quería era tu cara. Para entrenar sus modelos. Para robarte algo valioso camuflado tras un juego inocente.

Suena inteligente. Casi brillante. Tiene la estructura perfecta de una buena conspiración: una corporación poderosa, una estrategia oculta, y nosotros como ingenuos participantes.

Pero espera.

Facebook alberga más de 250 mil millones de fotos. Instagram recibe aproximadamente 95 millones de fotos y videos diariamente. TikTok acumula más de 23 millones de videos diarios, capturando miles de millones de rostros en movimiento. A esto se suman las fotos públicas de LinkedIn, Twitter, Reddit y otras plataformas donde mostramos voluntariamente nuestras caras.​

Las empresas tecnológicas no necesitan trucos elaborados para conseguir rostros humanos. Ya los tienen. A escala planetaria. Con metadatos precisos, historial de interacciones y variación temporal.

La explicación más sencilla suele ser la correcta: a veces un éxito viral es solo eso, algo que conectó con nosotros porque era divertido, nostálgico o simplemente hermoso.

Hay un cierto confort en las teorías conspirativas. Ofrecen estructura en un mundo caótico. Proveen villanos claramente definidos. Y lo más importante: nos hacen sentir especiales por "ver a través del engaño" mientras los demás permanecen ciegos.

¿Qué nos dice de nosotros mismos cuando preferimos la explicación rebuscada frente a la simple?

¿Qué buscamos realmente cuando convertimos cada innovación en una amenaza oculta?

Tal vez el verdadero hack no está en la tecnología, sino en cómo reaccionamos a ella.

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